Qué desastre soy, tengo a palabranoias de lo más abandonado. Cada día lo pienso y me da una pena... Pero hoy he descubierto el motivo y es que he empezado las vacaciones. No es que tenga nada especialmente interesante que hacer pero por eso mismo. Cuando hay una obligación que absorbe tiempo y neuronas a partes iguales solo pensamos, o al menos yo, en escapar de ella. Y cuando esa obligación desaparece, milagrosamente, se va con ella esa necesidad de pensar en otra cosa por un rato. Lo que viene siendo procrastinación. Así que estos días no hago nada y todo a la vez. Vivo el calor, el mundial y las relaciones con la gente con una intensidad en mí desconocida. Hago hamburguesas de soja y tengo ganas de mar, que no de playa. Analizo letras para mi trabajo de grafología e intento planear un verano lo menos soporífero posible. Llevo un par de semanas algo alteradas y me encanta porque ha sido un invierno tan gris y tan monótono que me estaba haciendo pequeñita. La estabilidad que estanca es tan aburrida...y la inestabilidad tan ansiosa. Como la mayoría de las cosas, será cuestión de equilibrio.