No tengo vergüenza ninguna, Blogger me va a cerrar Palabranoias por desuso. Este verano no tenía muchas cosas que contar y cuando las encontraba no sabía contarlas, así que por demás.
Este pasado puente del Pilar estuve en la playa, en Tossa de Mar concretamente, precioso. Tienen un centro de interpretación sobre los faros muy chulo y ahí descubrí a qué se debe ese sentimentalismo nostálgico que despiertan los faros en la gente. A todo el mundo más o menos le gustan los faros, ver como la lucecita da vueltas, esas fotos de faros enormes en medio del océano con olas gigantescas rodeándolos, bueno no se si a todo el mundo pero a mí sí. Y ya se el motivo. Es porque un faro es igual de necesario en el mar que en la vida. Si cuando navegas esa señal no te avisa de que si sigues por ahí te vas a dar contra las rocas, te la pegas. Y en la vida pasa igual, cuando vas un poquillo perdido, cuando tienes que tomar decisiones sobre si ir por un camino o virar un poquito el rumbo necesitas que desde la estabilidad que produce estar en tierra firme (osease la experiencia vital acumulada, la edad, el no estar metido en ese mismo vaivén del mar...), alguien te diga que tengas cuidado, que mires de... que pares cuenta... Los faros hacen las veces de padres de los marineros...y menos mal, que el mar tiene mucho peligro.